La luz rojiza del atardecer se
debe a que de las longitudes de onda que componen la luz blanca, la
correspondiente al rojo es la última en desaparecer cuando el Sol se oculta.
Como en el caso del amanecer, el efecto
se intensifica cuando la atmósfera tiene humedad o polvo en suspensión.
En la ciudad es muy raro que el
cielo nocturno sea completamente negro. Sobre todo en las grandes ciudades y
especialmente en las noche nubladas. La atmósfera refleja las luces urbanas y
se tiñe de un color rojizo. Sólo en las noches más despejadas, el cielo está
oscuro.
Fuera de las grandes
aglomeraciones urbanas, el cielo no refleja luces y es mucho más oscuro. Sólo
está manchado por alguna nube. Pero tampoco es absolutamente negro debido al
brillo de las estrellas.
La visión del satélite cambia
cada noche y, además, su aspecto revela el estado de la atmósfera. En las
noches despejadas, la Luna se ve nítidamente. En las noches húmedas, sus bordes
se difuminan e incluso, en ocasiones, aparece un halo alrededor, que avisa de
lluvias.
El color de la noche es azul,
pero lo vemos negro porque sobre la atmósfera que nos rodea apenas llega luz y
por tanto no se realiza suficiente difusión: no dando color a nada.
La visión del satélite
cambia cada noche y, además, su aspecto revela el estado de la atmósfera. En
las noches despejadas, la Luna se ve nítidamente. En las noches húmedas, sus
bordes se difuminan e incluso, en ocasiones, aparece un halo alrededor, que
avisa de lluvias.
Cuando amanece o anochece, la luz
del Sol tiene que atravesar un trozo de atmósfera mayor que durante el resto
del día para llegar a nuestros ojos. Esto significa que gran parte de la luz
azul ha sido dispersada por la atmósfera en todas direcciones. Sin embargo, no
ocurre con la luz roja que llega directamente hasta nuestros ojos. Este efecto
se acentúa más todavía si hay partículas en suspensión en la atmósfera, por lo
que atardeceres rojos señalan viento o polución.

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